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Posts Tagged ‘Magnus Hirschfeld’

Es de justicia empezar la selección de este año, inusualmente pródiga en obras muy estimulantes, con Transformation of American Sex Education. Mary Calderone and the Fight for Sexual Health, necesaria reivindicación de la influencia de Mary Calderone en la conformación de la educación sexual en EEUU (y, por extensión, en tantos otros países). Parece como si su obra hubiera sido asimilada y olvidada, tal que una coplilla popular que citamos y cuyo autor ignoramos.
Partiendo de esa atalaya, hoy podemos disfrutar de obras modernas como Hablemos de sexo, donde el sexólogo Cory Silverberg continúa su estupenda serie de libros de educación sexual, en este caso centrado en la pubertad.
Desde una perspectica académica, un repaso a lo que sabemos actualmente sobre el desarrollo de la sexualidad no puede ser más que bienvenido.

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2017 ha visto un despunte de publicaciones relativas a la historia de la sexología, en especial de la generalmente olvidada primera generación europea. Con énfasis en el papel de las mujeres, o trazando sus redes globales, se publican a fin de año dos esperados volúmenes. El papel central de Hirschfeld se ve resaltado por la nueva biografía de Herzer, así como por el acercamiento a las exposiciones del Instituto Hirschfeld y el papel de la violencia en los orígenes de la sexología. Lang sigue ahondando en la importancia del caso para el desarrollo de la sexología. Una historia distinta, pero no menos importante, es la que nos aguarda en el análisis de los 70 años del Instituto Kinsey. También se ha prestado atención este año al cuerpo tanto en la focalización sensorial como en los famosos talleres de reevaluación de actitudes. Termino esta sucinta recomendación bibliográfica con el recordatorio de Halperin: a pesar de los avances, sigue abierta una guerra contra el sexo.
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[Texto publicado en el Boletín de Información Sexológica nº 70 de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS)]

(Publicado originalmente en Journal of Sex & Marital Therapy, Volume 36, Issue 2 (2010), pp. 176-179. Traducción: Juan Lejárraga)

Volkmar Sigusch, Geschichte der Sexualwissenschaft [Historia de la sexología], Frankfurt/New York: Campus, 2008, 720 páginas.

Brunhild Kring
Counseling and Behavioral Health Service, New York University

A mediados de los 70 fui estudiante de medicina en la Universidad de Frankfurt/Main en Alemania y asistí al curso de Volkmar Sigusch sobre sexualidad humana. Su clase era una innovación revolucionaria en la educación médica porque la sexualidad nunca se había enseñado en un rico contexto interpersonal e histórico, más allá de los hecho biológicos elementales.

El locuaz Sigusch ha sido un activista político y social toda su vida. Creció en la antigua Alemania del Este donde fue arrestado por difundir los primeros escritos de Karl Marx, que eran contrarios al canon comunista oficial. Huyó a Alemania Occidental poco antes de que el Muro se construyese en 1961. Estudió medicina, filosofía y sociología en Hamburgo y Frankfurt y fue alumno de Max Horkheimer y Theodor Adorno, los investigadores principales de la Escuela de Frankfurt. Además de ser un prolífico investigador, profesor universitario y atender una consulta, Sigusch buscó alcanzar una amplia audiencia a través de ensayos, columnas provocadoras, y entrevistas en los medios de comunicación alemanes. Erudito y de difícil categorización, Sigusch a veces se ha opuesto al activismo popular. Sin embargo, su colega sexólogo y colaborador cercano, Martin Dannecker, galvanizó el movimiento de liberación gay.

El libro de Sigusch sobre la historia de la sexología -de momento solo disponible en alemán (hasta la fecha no se ha traducido)- subraya la construcción social de la sexualidad y nos recuerda que la sexología empezó mucho antes de Kinsey y Masters y Johnson.
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Potente simposio de historia de la sexología el 14 y 15 de junio de 2012 en Birkbeck, en la Universidad de Londres, centrado en la importancia de las pruebas del intercambio científico y cultural en todo el mundo durante la primera fase de la sexología, aprox. 1860-1930.

Organizado por Heike Bauer, Department of English & Humanities, School of Arts, Birkbeck.

A continuación, los resúmenes de las ponencias.

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[Artículo publicado en el boletín de enero 2010 de la librería de sexología Primera Vocal]

Esperando la traducción de…

Puestos a pedir, me gustaría ver una colección de libros clásicos de sexología que tradujese ordenadamente un mínimo canon de autores indiscutibles: Bloch, Ellis, Hirschfeld, Moll… Gran parte de su obra nunca ha sido traducida al español (es clamoroso el caso de Hirschfeld) o se halla descatalogada desde hace casi un siglo, como sucede con Ellis, que vio pronta traducción al español de su obra capital, los siete volúmenes de Estudios de psicología sexual. Si no las obras completas, tal vez sea factible una antología generosa de cada autor encabezada por una sólida introducción, a la manera de la “Biblioteca de grandes pensadores” con que la editorial Gredos se ha propuesto dar a conocer el canon filosófico.

Dada la dispersión editorial, el oportunismo y el descuido generalizado con que se realiza la política de traducciones en el mundo editorial español, no pediré peras al olmo. Me contento entonces con señalar algunos libros cuya presencia vendría a cubrir algunas de las múltiples lagunas existentes en el ámbito sexológico.

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setoLeo que El Vaticano afirma que los curas no son pedófilos, sino efebófilos. Lo primero que me gustaría es agradecerles el revuelo que sin duda causarán esas declaraciones de tinte exculpatorio porque ayudarán a introducir al menos un matiz en el discurso público sobre la pedofilia. Acostumbrados al histerismo mediático que considera la pedofilia equivalente al abuso, y éste subsumible a cualquier contacto erótico de un adulto con un menor de 18 años, bienvenidos sean los matices.

Por ejemplo, no está de más recordar que el concepto de pedofilia -la atracción por niños prepuberales, 4-11 años- fue acuñado por el psiquiatra Krafft-Ebing en 1896 (Oosterhuis, 2000); que el concepto de efebofilia probablemente sea una creación del sexólogo Magnus Hirschfeld en torno a 1920 (no es, por supuesto, un invento reciente del clero); y que existe otro término más, nepiofilia, acuñado por el también sexólogo John Money (1984) para referirse a la infrecuente atracción por bebés de entre 0 y 3 años. Posteriormente a Hirschfeld, se ha introducido otro término que parcela todavía más las edades y distingue entre hebefilia (atracción por púberes recientes, 12-14 años) y efebofilia (atracción por adolescentes tardíos, 15-19 años). Para completar el arco, se habla también de teleiofilia (atracción por personas adultas) y gerontofilia (Blanchard, 2003).

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[Texto publicado en el Boletín de Información Sexológica nº 60 de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS)]

intersexLa intersexualidad se ha puesto de moda y es difícil no encontrarla allá donde uno mire. En películas comerciales como XXY, de Lucía Puenzo (2007), o en meritorios documentales como Tintenfischalarm de Scharang (2006); en libros como Transexualidad, intersexualidad y dualidad de género (Bellaterra, 2008) de J.A. Nieto o en números especiales de revistas académicas como GLQ (Vol. 15, n. 2, 2009). Incluso una catedrática de retórica y literatura comparada como Butler le dedicó abundantes páginas al asunto (Undoing gender, 2004)…

Quizá convenga señalar primero que bajo la etiqueta de “intersexual” se agrupa una serie de fenómenos (hiperplasia suprarrenal congénita, síndrome de insensibilidad a los andrógenos, disgenesia gonadal, hipospadias, síndrome de Turner, síndrome de Klinefelter, deficiencia de 5-alfa reductasa) de características variables. Para ampliar, pueden leerse las Jornadas sobre estados intersexuales e hipogonadismo de la Sociedad Española de Endocrinología Pediátrica (2001).

Desde los años 90 para acá, es cierto, una serie de autoras había empezado a abordar esta cuestión desde una perspectiva crítica y generalmente feminista (Kessler, Fausto-Sterling, Dreger, Preves), a rebufo del activismo político de la Sociedad de Intersexuales Norteamericana (ISNA) personificado en Cheryl Chase. Por resumir una historia algo más intrincada, la ISNA pedía que los bebés intersexuales o con genitales ambiguos no fuesen operados para ajustarse al supuesto estándar de normalidad genital masculina o femenina. Sin rechazar que el bebé fuese asignado a un sexo u otro, se trataba de romper el velo de secretismo y vergüenza que rodeaba las decisiones médicas conducentes a la cirugía de reasignación sexual. Se postulaba el paso de un modelo basado en la ocultación a otro centrado en los intereses del intersexual (1).

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documentostvAyer por la noche pusieron en Documentos TV un reportaje sobre la transexualidad y el travestismo titulado Cuerpos desobedientes. Como la 2 es una cadena en la que cabe la esperanza de ver algo digno, me animé a ver una hora seguida la televisión. Hablaron casi a partes iguales de la transexualidad y el travestismo, pero encontré la presentación de la transexualidad más sobria y equilibrada.

Para hablar de la transexualidad salió Andrea Planelles, presidenta de la Fundación para la Identidad de Género, y dos mujeres transexuales más: Claudia, una chica triste y muy femenina, con el acento de Enrique Iglesias; y Olga Cambasani, antigua profesora de Filología inglesa en la UAM.

No entraron en muchos detalles y básicamente explicaron en qué consiste la transexualidad (discrepancia entre el sexo biológico y la identidad sexual o de género). Se plantea la transexualidad como algo que uno no elige, aunque sí puede aceptarlo o reprimirlo. En este último caso, acabará saliendo tarde o temprano, y es más duro cuánto más tiempo hayas vivido en un sexo distinto al que realmente sientes que perteneces. En general, ya de niños lo saben y se descubre en juegos que son “gritos silenciosos”, aunque lo suelen ocultar al ver la reacción de los padres. Se pregunta Planelles ¿cómo saber cuál es la identidad sexual de una persona? Solo hay una manera de saberlo: preguntándoselo.
Respecto al travestismo, mostraron a Óscar Casado, “La Demonio”, travesti gay que no se excita al vestirse de mujer y para quien el travestismo es simplemente un trabajo; a Nacho Galán, “Nachalamacha”, para quien tampoco es una liberación vestirse de mujer y sí un trabajo (aunque le gustaba travestirse de pequeño); y a Jordi Roca, “Gina Burdel”, y Gorka Show, Drag queens, sección espectáculos varios. Finalmente, los últimos tres minutos,en tono entre sensacionalista y tenebroso,mencionaron un último tipo de travestismo: el de closet o anonimato. Ocultando su cara e identidad, un hombre habla del sentimiento íntimo de feminidad que necesita satisfacer vistiéndose con ropas femeninas. Descubrió esa peculiaridad suya hacia los veintitantos y lo ha mantenido escondido porque la sociedad lo juzga. Al cabo del tiempo, se lo contó a su pareja con gran culpa. Ahora ésta le anima a salir a la calle; experiencia juzgada muy positivamente. Entre medias, Georgina Burgos comparece como experta en travestismo, lo que resulta un tanto curioso dada su trayectoria y publicaciones, pero todo lo que dice resulta ser sensato (por ejemplo, en contra del estereotipo, que la mayoría son heterosexuales).

Visto con optimismo, ya es positivo que se hable de estas cuestiones sin un tono patologizante, como era habitual no hace tantos años (¡y todavía en ciertos sectores!). Respecto a la transexualidad, no me detendré: hay abundante información y es más frecuente dar con una representación normalizadora. No puedo decir lo mismo del travestismo, que mayoritariamente se presenta en su vertiente fiestera y laboral, de lentejeuelas y pelucones, dejando nuevamente en el armario al travesti genuino –si se me permite la expresión-: el que se viste con ropas del otro sexo por una necesidad de desarrollar su lado femenino, y que en ocasiones se excita con ello. Como el asunto es complejo, prometo volver sobre ello en otra ocasión. Lamento, eso sí, la oportunidad perdida por Documentos TV de acercarnos con más detalle a esa fascinante peculiaridad erótica.

Para saber más

Aparte de un clásico de absoluta vigencia, Los travestis: una investigación sobre el impulso erótico de travestirse (1910) del sexólogo alemán Magnus Hirschfeld (1868-1935), los mejores libros que conozco son Crossdressing, sex and gender del matrimonio Bullough y My husband Betty de Helen Boyd, esposa de un travesti.

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[Texto publicado en el Boletín de Información Sexológica nº 52 de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS)]

Sexología e Internet

La expansión de Internet ha modificado la Sexología acortando tiempos, abaratando costes y descentralizando la información. El saber ya no se encuentra en una cara enciclopedia cuya consulta habría requerido antes un engorroso acercamiento a la biblioteca más cercana con la esperanza de dar con ella. A veces tampoco es preciso pedir cita con un profesional, desplazarse a consulta y pagarle. Muchos de estos trámites ahora pueden solventarse por Internet.

El anonimato que procura la red ha favorecido la proliferación de consultorios o asesorías sexológicas que permiten plantear las cuestiones más delicadas sin tener que dar a conocer la identidad, y en general de manera gratuita.

Las ventajas de Internet son múltiples: información actualizada, mayor acceso a contenidos antaño ocultos o sepultados en revistas especializadas, mayor rapidez para solucionar dudas puntuales, posibilidad de leer obras de difícil localización (por ejemplo, casi toda la obra sexológica de Havelock Ellis está en bibliotecas digitales como la del Proyecto Gutenberg).

A pesar de que muchas universidades todavía no permiten acceder a la información científica que poseen, la tendencia en el resto de instituciones, organizaciones, fundaciones privadas, etc., es la contraria: abrirse a la libre circulación del conocimiento (Haeberle, 2004). Con la posibilidad de acudir a otras fuentes de información en Internet, el dilema es ganar dinero o perder capacidad de influencia.

Como contrapunto a su facilidad de acceso, conviene subrayar que la información disponible en la red no siempre goza de los criterios de rigor tradicionales del mundo editorial, por lo que no cabe descartar el recurso a las fuentes clásicas de documentación especializada (Carpintero y López, 1994). De hecho, librerías virtuales como Amazon o Iberlibro, y Google Books, el buscador de libros de Google, son una muestra de la perfecta convivencia entre los libros y lo digital: permiten hojear algunas páginas del contenido, conocer obras relacionadas y volver a poner en circulación libros descatalogados condenados al olvido en remotas librerías de segunda mano.

La búsqueda de información sexológica por Internet se enfrenta a dos escollos: la dispersión y la morralla. La dispersión se debe a la ausencia de una base de datos que incluya toda la bibliografía relacionada con la Sexología. Una pesquisa bibliográfica sobre cualquier asunto obligaría a revisar bases de datos especializadas en distintas disciplinas (Biología, Psicología, Educación, Sociología, Criminología…). La morralla es la cantidad de resultados inútiles o pornográficos que arroja cualquier buscador no especializado al introducir términos relacionados con el sexo. Una dificultad añadida, especialmente si se trabaja desde bibliotecas públicas, es la existencia de filtros que bloquean el acceso a páginas consideradas pornográficas o que contienen palabras clave incluidas en una lista negra. De ahí la importancia de encontrar descriptores válidos para las búsquedas en Internet. Por ejemplo, funciona mejor “sexualidad” que “sexo” (Alonso-Arbiol, 2005).

La Sexología no puede mantenerse al margen de nuevas realidades emergentes como la cibersexualidad, las relaciones virtuales, la polémica adicción a la pornografía y el efecto de Internet sobre la gente con peculiaridades eróticas (Zolbrod, 2004). Se abren áreas de investigación que demandan una perspectiva sexológica más comprensiva que la mirada patologizante, siempre dispuesta a ver los peligros del sexo en vez de sus oportunidades de felicidad (Ullerstam, 1967).

Otra de las ventajas de Internet es que las personas cuyas peculiaridades sexuales han sido estigmatizadas se agrupan en foros o listas de discusión a modo de comunidades donde compartir experiencias y reivindicar su identidad, lo que facilita su estudio en muestras no clínicas. Este aspecto no ha sido aprovechado lo suficiente, a pesar de que el uso de anuncios en estos foros para colaborar en investigaciones ya ha dado algunos frutos en temas marcados todavía por el tabú o las descalificaciones morales (p. ej., la zoofilia; véase Williams y Weinberg, 2003).

Dadas las características oceánicas de Internet no habría sido difícil hacer acopio de un centenar de páginas web, institucionales o de otro tipo, relacionadas con la Sexología. Nos ha parecido más práctico, sin embargo, espigar dos decenas especialmente útiles para el profesional de la Sexología que busca recursos fiables donde contrastar datos, ampliar conocimientos o investigar.

Otra posibilidad, descartada por razones de espacio, hubiera sido realizar un acercamiento temático a cuestiones más especializadas. Para compensarlo, ofrecemos dos direcciones donde encontrar un festín de enlaces.1

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Tras un año agotador por el trabajo y la formación de posgrado en recursos humanos pro pane lucrando, avizoré un verano libérrimo, consagrado por fin a la lectura sexológica: Masters y Johnson sobre todo, pero también picoteos en Brecher, Money y el inabarcable Havelock Ellis. Quedó pendiente, entre tantas opciones, un proyecto de relectura de Julián Marías. Empecé a leerle hará unos doce años (al alimón con Laín Entralgo) y tuvo un efecto balsámico de orientación existencial en tiempos recios. Lo traigo a colación porque veo que muchas de las cosas que apuntaba se retoman en el máster y me gustaría repensar sus propuestas. (Qué atrevimiento el suyo, frente al bobo igualitarismo, dedicar un capítulo a la felicidad masculina y otro a la femenina.)

Un poco antes, por seguir con la clave biográfica, mientras estudiaba el COU en Estados Unidos, leí con avidez Men are from Mars, women are from Venus de John Gray. Zambullido en una relación incomprensible con una francesa, y enamorado al tiempo de otra chica que no me hacía mucho caso, encontré en la sencillez americanota de Martes y Venus multitud de claves que no solo me facilitaron el trato con el otro sexo sino que me permitieron entenderme mejor. Una lectura interesada me llevó a ver, más que compartimentos estancos, formas distintas de acercarse a la realidad. Digo interesada porque detecté varios patrones femeninos en mí, entremezclados con otros característicamente masculinos. No me importaba si tenía más de uno u otro tipo. Lo esencial era haber descubierto que existían básicamente esos dos modos, y cada cual tenía su peculiar mezcla (eso que Hirschfeld llamaba intersexualidad, aunque por entonces no lo sabía).

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